La Marina de América está atrapada en una crisis crítica de construcción naval, incapaz de producir buques de guerra lo suficientemente rápido para mantenerse al día con las ambiciones marítimas de China. Los intereses políticos, la escasez de mano de obra calificada y las políticas proteccionistas en el Congreso han alimentado costosos retrasos, dejando a la Marina de EE. UU. luchando por desplegar incluso una fracción de los buques de guerra que necesita. A medida que China aumenta rápidamente su avanzada flota, incluidos sus formidables cruceros Tipo-055 Renhai, EE. UU. corre el riesgo de ser superado en gran medida en el Pacífico.
Las acciones agresivas del presidente Xi Jinping cerca de Taiwán y en el Mar de China Meridional solo subrayan la urgencia. Sin embargo, sin cambios audaces, la flota de América corre el riesgo de quedarse muy corta en cualquier conflicto futuro. Las propuestas para buques de guerra construidos en el extranjero por aliados como Corea del Sur, Japón y el Reino Unido ofrecen una posible salvación. Corea del Sur, con su construcción naval de clase mundial, podría aumentar rápidamente la flota de EE. UU. con buques avanzados como los destructores de clase Sejong el Grande, capaces de combate profundo en aguas disputadas.
El apego del Congreso a las políticas de «Comprar Americano», defendidas por legisladores como la senadora Tammy Baldwin, ha exacerbado el problema. Estas políticas restringen el acceso a soluciones rentables en el extranjero, aumentando en su lugar los precios a nivel nacional mientras limitan la capacidad. Mientras tanto, los astilleros nacionales, como General Dynamics Electric Boat, enfrentan brechas críticas en la fuerza laboral, con ofertas de trabajo que no logran atraer a trabajadores calificados para puestos cruciales.
Las necesidades de la Marina de los EE. UU. son claras: un enfoque en tándem para construir en casa y en el extranjero podría expandir la flota a tiempo para enfrentar la creciente amenaza de China. Reducir los despliegues en Europa y enfocar los recursos en el Pacífico también aliviaría la presión sobre el personal de la Marina y fortalecería la preparación regional. Las apuestas son altas: el dominio de China en el Pacífico occidental no solo interrumpiría el comercio global, sino que también amenazaría la soberanía y la estabilidad económica de los aliados democráticos. Si EE. UU. no actúa rápido, corre el riesgo de entrar en cualquier conflicto futuro con una marina que es demasiado pequeña para ganar.