En una demostración audaz de fuerza, los Estados Unidos lanzaron un ataque sin precedentes con bombarderos B-2 Stealth contra búnkeres subterráneos controlados por los hutíes en Yemen, marcando una escalada dramática en las tensiones regionales y un mensaje claro a Irán. Los B-2, que evaden el radar, apuntaron a cinco sitios de almacenamiento de armas fortificados alrededor de la capital de Yemen, Saná, y el bastión hutí de Saada. El ataque, el primero de su tipo contra los militantes hutíes respaldados por Irán, subraya el compromiso de EE. UU. de contrarrestar la influencia de Teherán en el Medio Oriente y proteger las rutas de navegación vitales en el Mar Rojo.
El secretario de Defensa de EE. UU., Lloyd Austin, confirmó el ataque, calificándolo como una “demostración única de la capacidad de los Estados Unidos para atacar instalaciones que nuestros adversarios buscan mantener fuera de alcance, sin importar cuán profundamente enterradas, endurecidas o fortificadas estén.” El despliegue de bombarderos B-2, conocidos por su precisión y capacidad para penetrar objetivos profundamente fortificados, muestra la magnitud del poder de fuego de EE. UU., particularmente en zonas disputadas donde adversarios como Irán han invertido fuertemente en infraestructura militar subterránea.
El ataque se produce en un momento crucial, con Israel preparando su propia respuesta a Irán tras un reciente bombardeo de 180 misiles contra territorios israelíes. EE. UU. ha señalado que no participará directamente en los anticipados ataques de represalia de Israel en suelo iraní, pero la demostración de fuerza de los bombarderos B-2 tiene como objetivo respaldar los esfuerzos de Israel mientras envía la señal de que EE. UU. está observando de cerca. Con sus propias capacidades para destruir búnkeres, se espera que Israel apunte a sitios militares iraníes, lo que podría escalar el conflicto regional mientras Teherán enfrenta presiones simultáneas de las fuerzas estadounidenses y aliadas.
Irán ha sido acusado durante mucho tiempo de armar y financiar a los rebeldes hutíes en Yemen, utilizándolos como proxies para desafiar los intereses occidentales y hostigar las rutas de navegación críticas para el suministro de petróleo global. Durante años, las fuerzas hutíes han lanzado ataques con misiles y drones contra objetivos sauditas e israelíes y se han convertido en un instrumento clave en la estrategia de influencia regional de Irán. Esta última operación de EE. UU. parece estar destinada no solo a debilitar a los hutíes, sino a recordar a Irán que enfrenta un formidable disuasivo capaz de alcanzar incluso sus activos militares más protegidos.
La operación provocó reacciones rápidas en las redes sociales y en las noticias, con aliados de EE. UU. elogiando la demostración de fuerza mientras que los adversarios expresaron alarma por la creciente muestra de poder. Expertos militares señalaron que los bombarderos B-2 Spirit suelen reservarse para operaciones de alto riesgo, destacando la gravedad de la posición estratégica de EE. UU. en Yemen. La elección de los bombarderos B-2—raramente utilizados y costosos de desplegar—señala la seriedad con la que EE. UU. considera la amenaza que representan las redes proxy de Irán en la región.
Si bien la magnitud total de los daños en Yemen aún se está evaluando, el momento y la intensidad del ataque demuestran la disposición de la administración Biden para utilizar activos militares avanzados para reducir la influencia iraní en el Medio Oriente. El Pentágono se ha abstenido de compartir detalles sobre las bajas o daños estructurales específicos, pero los informes hutíes indican que explosiones significativas sacudieron las áreas objetivo, lo que puede dificultar las capacidades de misiles y drones de los hutíes.
En medio de estos acontecimientos, EE. UU. ha reafirmado su apoyo a Israel mientras trabaja simultáneamente para mantener un delicado equilibrio en la región. La operación B-2 sirve como una advertencia directa de que, aunque EE. UU. puede no participar en las acciones de represalia de Israel, está preparado para proteger a sus aliados e intereses contra cualquier amenaza de fuerzas respaldadas por Irán. Este ataque estratégico subraya un mensaje más amplio: cualquier intento de desestabilizar la región o dañar a los aliados de EE. UU. será respondido con una fuerza abrumadora, sin importar cuán profundamente Irán o sus proxies intenten ocultar sus capacidades.