David Ortiz, la leyenda de los Red Sox y feroz rival de los Yankees, lanzó un comentario inesperado sobre los New York Yankees, no por su rivalidad, sino por lo que percibió como un latido faltante en el desempeño del equipo durante los playoffs. Ortiz, conocido como “Big Papi”, sonó genuinamente confundido —y decepcionado— por la atmósfera letárgica en el Yankee Stadium durante su reciente enfrentamiento en la Serie Mundial con los Dodgers. Comentó que el icónico estadio se sentía “tan silencioso como un funeral”, incluso cuando los Yankees enfrentaban la eliminación ante su afición local.
La falta de energía tanto en el campo como en las gradas parecía extraña para Ortiz, quien no es ajeno a la intensidad de esta antigua rivalidad. “Incluso cuando salió Fat Joe, los aficionados estaban bajos”, dijo Ortiz en una publicación de Instagram en MLB en Fox. Conocido por su conexión eléctrica con los aficionados de los Red Sox, Ortiz se sorprendió al ver a los aficionados de los Yankees responder con indiferencia durante momentos clave. Incluso mencionó que después de un jonrón, la reacción del público fue plana, dejándolo cuestionar por qué los Yankees parecían rendirse antes del out final.
Mientras los comentarios de Ortiz resonaban con los aficionados, también expusieron preocupaciones más profundas dentro de la base de aficionados de los Yankees. Los aficionados se preguntaban si los Yankees estaban mostrando signos de agotamiento o frustración después de tres derrotas consecutivas ante un equipo de los Dodgers mermado por lesiones y que dependía de una rotación improvisada. Los Dodgers trajeron al rapero Ice Cube para energizar a su público antes de un juego crucial, mientras que los Yankees respondieron con Fat Joe. A pesar del intento de inyectar el estilo neoyorquino en la mezcla, el resultado fue insuficiente, careciendo de la chispa necesaria para animar a los aficionados o a los jugadores.
Con el Juego 4 a la vista, Nueva York tiene una última oportunidad para evitar una barrida a manos de los Dodgers. Enviarán a Luis Gil al montículo contra un juego de bullpen de los Dodgers, que, en teoría, debería favorecer a los Yankees. Sin embargo, después de tres derrotas consecutivas en las que los Yankees no pudieron igualar la energía implacable de los Dodgers, es difícil tener confianza. Incluso con los Dodgers manejando una rotación con pocos efectivos —mientras Jack Flaherty lucha con problemas de espalda, Yoshinobu Yamamato se recupera de problemas en el hombro y Walker Buehler trabaja para regresar tras la cirugía de Tommy John— han encontrado formas de sofocar la alineación de los Yankees.
Las palabras contundentes de Ortiz pueden no sentar bien a los aficionados de los Yankees, pero sus observaciones plantean una pregunta crítica: ¿dónde está el fuego? Los Yankees, un equipo impregnado de leyendas de postemporada y batallas arduas, parecen carecer de la determinación y energía para competir en el escenario más grande del béisbol. Los comentarios de Ortiz son un recordatorio de que el béisbol de postemporada no se trata solo de talento; se trata de corazón.
A medida que los Yankees luchan por su temporada en el Juego 4, necesitarán más que solo una buena actuación de pitcheo. Necesitarán la pasión que ha definido a su franquicia durante décadas —y, tal vez, una razón para que Big Papi deje de preocuparse por el estado del corazón de los Yankees.