Una impactante investigación de The Globe and Mail ha destapado una serie de escándalos que rodean al equipo femenino de fútbol de Canadá, revelando una mezcla tóxica de espionaje, presunta conducta sexual inapropiada y una cultura de fiestas que ha sacudido el programa hasta su núcleo. Estas revelaciones pintan un cuadro preocupante de un equipo en crisis, con comportamientos que han dejado una mancha duradera en el deporte.
Espionaje con drones: solo la punta del iceberg
El escándalo comenzó a desenredarse durante los preparativos para los Juegos Olímpicos de París 2024 cuando una sesión de entrenamiento del equipo femenino de fútbol de Nueva Zelanda fue interrumpida el 24 de julio por un dron no autorizado que sobrevolaba. El dron, se descubrió más tarde, pertenecía a miembros de la delegación canadiense. Dos individuos fueron suspendidos tras el incidente, pero según The Globe and Mail, esto fue solo una pequeña parte de un rompecabezas mucho más grande y siniestro.
Informes sugieren que drones vinculados a Canadá también fueron avistados cerca de los campos de entrenamiento de otros atletas en París, lo que plantea serias preocupaciones sobre espionaje sistemático. La investigación reveló que varios funcionarios dentro de la federación deportiva canadiense renunciaron tras negarse a participar en tales actividades ilícitas.
Sexo, fiestas y juegos de poder tras bambalinas
El exposé va más allá del espionaje, descubriendo una cultura de supuesta mala conducta bajo Beverly Priestman, la entrenadora de Canadá de 2020 a 2024. Fuentes anónimas afirmaron que Priestman, junto con otros miembros del personal, asistían frecuentemente a fiestas nocturnas solo horas antes de los partidos. Se informó que estas reuniones incluían el uso de parafernalia sexual, mientras que los participantes eran alentados—o presionados—para participar en conversaciones inapropiadas alimentadas por el alcohol.
Algunos miembros del personal revelaron que fueron sometidos a preguntas sexualmente explícitas durante las reuniones del equipo, creando un ambiente profundamente incómodo y poco profesional. Una jugadora describió la atmósfera como “tensa y tóxica,” con alegaciones de acoso que alcanzaron a miembros del personal de alto rango, incluida la analista de rendimiento Jasmine Mander. Mander fue acusada de acosar sexualmente a colegas y de fomentar un ambiente laboral hostil. Las repercusiones de su supuesta conducta incluyeron una investigación y alegaciones de tácticas de intimidación que inducen pánico.
“Me dio un ataque de pánico”: surgen testimonios
Varios jugadores y miembros del personal entrevistados de forma anónima pintaron un sombrío panorama de la vida dentro de la organización. “Me dio un ataque de pánico,” dijo un individuo a The Globe and Mail, recordando su experiencia con Mander. A pesar de estas alegaciones, la cultura interna persistió durante años, manchando la reputación del equipo y llevando a muchos a su punto de quiebre.
En el campo: éxito ensombrecido por el escándalo
A pesar de la agitación, el desempeño de Canadá en París 2024 fue fuerte, terminando en 12º lugar en la clasificación de medallas con nueve oros, siete platas y 11 bronces, un total de 27 medallas. Sin embargo, el éxito del equipo ahora está ensombrecido por la controversia.
Evelyne Viens, una de las estrellas más brillantes del equipo, expresó su preocupación sobre cómo estas revelaciones podrían afectar el legado del equipo. “Espero que nuestra reputación no se arruine y que la gente no piense que hacemos trampa”, dijo, solo una semana después de los Juegos Olímpicos.
Un programa al borde
Las revelaciones de The Globe and Mail exponen un sistema profundamente problemático que permitió que la mala conducta y el comportamiento poco ético se desarrollaran durante años. El programa de fútbol femenino de Canadá, una vez celebrado por su éxito competitivo, ahora se encuentra en el centro de un escándalo que podría tener implicaciones de gran alcance para la reputación deportiva de la nación.
A medida que continúan las investigaciones y se desarrolla la repercusión, una pregunta permanece: ¿cómo pudo persistir una cultura tan tóxica durante tanto tiempo, y puede el equipo femenino de fútbol de Canadá reconstruir alguna vez su legado manchado? Por ahora, las respuestas son tan inquietantes como los escándalos mismos.