En un giro dramático, el Ministerio del Interior de Serbia ha retrocedido en su decisión de expulsar al activista ruso anti-guerra Anton Bobryshev, un crítico feroz del régimen de Moscú. Bobryshev, que ha estado viviendo en Serbia durante ocho años, fue inicialmente ordenado a abandonar el país por supuestamente ser una «amenaza para la seguridad nacional» tras organizar manifestaciones anti-guerra y hablar en contra de la invasión rusa de Ucrania. Pero ahora, en un asombroso cambio de rumbo, las autoridades le han permitido quedarse—por ahora.
El destino de Bobryshev dio un giro brusco después de que su abogado apelara la expulsión, lo que llevó al ministerio a suspender la orden a la espera de una revisión más profunda. Esto significa que Bobryshev permanecerá en Serbia legalmente mientras su caso sea reexaminado. Sin embargo, si las autoridades mantienen su decisión inicial, el caso podría escalar en una batalla judicial de alto perfil.
Esta no es la primera vez que las autoridades serbias han atacado a disidentes rusos. Bobryshev es solo uno de muchos rusos anti-guerra que han enfrentado la amenaza de expulsión mientras Serbia aprieta su control sobre los activistas críticos de Moscú. La medida se tomó después de que EE. UU. impusiera sanciones al exjefe de la Agencia de Seguridad de Serbia Aleksandar Vulin, citando vínculos profundos con Rusia.
La negativa de Serbia a unirse a las sanciones occidentales contra Moscú levanta cejas, especialmente mientras continúa negando la residencia a activistas rusos que se expresan abiertamente. Mientras Bobryshev ha ganado un alivio temporal, la batalla por su futuro—y la postura de Serbia sobre los disidentes—está lejos de haber terminado. ¿Está Serbia sintiendo la presión, o es solo una pausa momentánea en su agenda pro-rusa?