En un momento volátil en el Medio Oriente, la Vicepresidenta Kamala Harris puede respirar aliviada, al menos por ahora. Los ataques aéreos selectivos de Israel sobre Teherán, aunque significativos, fueron estratégicamente contenidos, supuestamente debido a la presión del Presidente Biden instando a Israel a evitar infraestructura iraní sensible. Este control, una rara pausa en la postura agresiva de Israel en la región, puede ser el éxito de Biden al priorizar los intereses de EE. UU. sobre una mayor escalada regional. Para Harris, el momento no podría ser mejor: un conflicto a gran escala añadiría complejidad a su campaña electoral, especialmente mientras los votantes examinan los compromisos de EE. UU. en el extranjero.
El Primer Ministro Benjamin Netanyahu, cuyo tono belicista sobre Irán sigue sin moderarse, aún ve a Teherán como una de las principales amenazas, particularmente dado el apoyo de Irán a Hamas y Hezbollah. Pero el consejo de Biden de “elegir objetivos sabiamente” parece haber tenido peso, llevando a las fuerzas israelíes a concentrarse en zonas militares específicas, evitando la infraestructura iraní más amplia que podría involucrar a EE. UU. en un conflicto. El Ministro de Defensa israelí, Yoav Gallant, confirmó que los ataques tenían como objetivo enviar una señal de fuerza sin desencadenar abiertamente una guerra regional.
Para Harris, evitar una crisis regional a gran escala es crucial, dándole a su campaña espacio para centrarse en problemas internos urgentes. Sin embargo, el alivio puede ser de corta duración. Con la creciente actividad de Hezbollah cerca de la frontera norte de Israel y las tensiones persistiendo en Gaza, otra chispa podría llevar a Irán de nuevo a la mira de Israel, potencialmente involucrando también a EE. UU.
Por ahora, Harris puede mantener el enfoque en su candidatura electoral, respaldada por la cuidadosa diplomacia de Biden. Pero la paciencia de Israel puede agotarse, y cualquier escalada podría cambiar rápidamente la narrativa electoral de EE. UU.