Con el Día de las Elecciones acercándose rápidamente, la Vicepresidenta Kamala Harris está apostando su estrategia final de campaña en un mensaje incendiario: que Donald Trump representa una amenaza existencial para la democracia estadounidense. En un turbulento foro de CNN, Harris dio una respuesta inequívoca cuando Anderson Cooper le preguntó si considera a Trump un fascista: “Sí, lo creo.” Esperando que su declaración resonara, el silencio que siguió en la audiencia, en su mayoría solidaria, fue revelador.
La columnista Maureen Callahan critica este enfoque como evidencia de una campaña desanclada de políticas concretas, señalando la lucha de Harris por definir su visión sin simplemente contrastarla con Trump. En su cobertura, Callahan sugiere que el enfoque de Harris en la retórica anti-Trump eclipsa cualquier plataforma positiva y deja a los votantes preguntándose: “¿Qué defiende ella?”
Esta crítica se extiende a los intentos de Harris por abordar temas complejos como el papel de EE. UU. en conflictos globales, que tropezaron cuando un joven voluntario la presionó sobre cómo evitar bajas civiles en el conflicto Israel-Palestina. En una respuesta que los críticos denominaron “ensalada de palabras,” Harris titubeó antes de ofrecer un respaldo genérico a una “solución de dos estados.”
Callahan también destaca los problemas no resueltos que rodean al esposo de Harris, Doug Emhoff, señalando alegaciones de mala conducta pasada que han sido en gran parte ignoradas por los medios de comunicación convencionales. Tales preguntas permanecen, argumenta Callahan, añadiendo a lo que ella percibe como una candidata más enfocada en el control y la apariencia que en la transparencia.
En un intercambio candente, Jen Psaki de MSNBC pareció validar esta estrategia de “tácticas de miedo” al preguntar al estratega demócrata James Carville si la izquierda debería efectivamente “asustar a la gente” para que vote contra Trump. “Sí,” respondió Carville, amplificando lo que Callahan describe como un “fascismo intelectual” dentro de la estrategia demócrata — un intento de dirigir a los votantes a través del miedo en lugar de la claridad en las políticas.
En última instancia, el artículo de Callahan argumenta que el enfoque de Harris podría salir mal. En lugar de tender la mano a la otra parte, como lo hizo Barack Obama en su momento, Harris parece subrayar la división. Para Callahan, esta táctica revela un giro urgente, casi desesperado, que arriesga alienar a aquellos que aún están indecisos al dejar de lado la política en favor de la polémica.