El Ministro de Seguridad Nacional de Israel, Itamar Ben-Gvir, ha generado un intenso debate después de prometer expulsar a las familias de los sospechosos de ataque involucrados en un incidente de embestida cerca de Glilot, en el centro de Israel. Al visitar el lugar del ataque, Ben-Gvir se enfrentó a llamados de los lugareños para tomar medidas drásticas contra aquellos relacionados con los presuntos perpetradores, y prometió avanzar con este plan, añadiendo: “Si Dios quiere, los expulsaremos.”
Esta postura destaca las políticas de línea dura de Ben-Gvir, que él argumenta son necesarias para la seguridad israelí. Ha abogado durante mucho tiempo por respuestas severas al terrorismo, incluyendo medidas punitivas contra las familias de los sospechosos de ataque. Los partidarios argumentan que estas medidas son necesarias para disuadir futuros ataques, mientras que los críticos sostienen que corren el riesgo de escalar tensiones y pueden violar los derechos humanos.
Los comentarios de Ben-Gvir ponen presión sobre el Primer Ministro Benjamin Netanyahu y su partido Likud, a quienes instó a respaldar su postura. La respuesta del ministro no solo subraya su propia agenda, sino que añade tensión a un enfoque ya controvertido sobre la seguridad y gobernanza israelí. Este último movimiento subraya las crecientes divisiones ideológicas dentro del liderazgo de Israel y ya está atrayendo el escrutinio de organizaciones de derechos humanos en todo el mundo.
La comunidad internacional, incluidos los defensores de los derechos humanos, ha expresado su preocupación, advirtiendo que las tácticas de castigo colectivo a menudo alimentan el resentimiento y pueden incitar a más violencia. A medida que el debate público sobre sus comentarios se intensifica, las acciones de Ben-Gvir seguramente darán forma a la política de seguridad interna de Israel y afectarán su imagen en el escenario mundial.