A medida que Israel intensifica su asedio a Gaza y lanza ataques aéreos en áreas vinculadas a Hezbollah en Líbano, la indignación internacional—y las demandas de intervención de EE. UU.—alcanzan un punto álgido. Tras los ataques aéreos que mataron al menos a 45 personas en Beit Lahiya, Gaza, el Consejo de Relaciones Islámico-Americanas (CAIR) pidió a EE. UU. que actuara, describiendo los eventos en desarrollo como un “exterminio sistemático” de los gazatíes.
Con el número de muertos civiles en Gaza superando los 42,000, la relatora de la ONU, Francesca Albanese, ha advertido sobre un posible “genocidio” en desarrollo dentro de las fronteras de Gaza. El asedio ha sumido a Gaza en una pesadilla humanitaria, con el bloqueo impidiendo que suministros esenciales lleguen a los civiles.
El conflicto se ha extendido ahora a Líbano, ya que los ataques aéreos israelíes han apuntado a los suburbios del sur de Beirut, advirtiendo a los civiles que evacuen. Mientras tanto, Teherán ha reconocido la muerte de cuatro soldados en los ataques israelíes, lo que añade preocupaciones sobre una guerra regional más amplia que podría involucrar a múltiples naciones. EE. UU., que ya camina por la cuerda floja en sus alianzas en el Medio Oriente, enfrenta crecientes llamados a intervenir para contener la violencia.
En Washington, los responsables de políticas están luchando por equilibrar el apoyo a Israel con las crecientes demandas de proteger vidas palestinas y prevenir una mayor escalada. Con el conflicto amenazando con envolver la región, EE. UU. está bajo presión para mediar un camino hacia la desescalada mientras equilibra alianzas complejas en un Medio Oriente volátil. La violencia en expansión deja a los líderes globales y especialmente a los funcionarios de EE. UU. corriendo contra el tiempo para desactivar la tensión antes de que la situación empeore.