La pequeña ciudad desértica de Blythe, California, está lidiando con la ira y la incertidumbre tras la decisión del Gobernador Gavin Newsom de cerrar la Prisión Estatal de Chuckawalla Valley, el mayor y último empleador importante de la comunidad. Para una ciudad que ya enfrenta una disminución de la población y dificultades económicas, el cierre de la prisión podría ser el golpe final. Blythe, ubicada cerca de la frontera con Arizona en el condado de Riverside, ha visto cómo su población se reduce a medida que los residentes buscan mejores oportunidades en Phoenix y el Valle de Coachella, y ahora enfrenta la pérdida de casi 1,000 empleos.
Los líderes locales han expresado su indignación, argumentando que la ciudad depende de la prisión para su estabilidad económica. “Sabemos que habrá un efecto dominó en todos los sectores”, dijo la gerente interina de la ciudad, Mallory Crecelius, al Imperial Valley Press, aunque admite que el impacto total sigue siendo incierto. El cierre de Chuckawalla elimina 801 empleos, con más de 400 siendo roles de oficiales correccionales—un golpe devastador para una comunidad con opciones de empleo limitadas.
En un esfuerzo de último momento para mantener la prisión abierta, los funcionarios de la ciudad lanzaron la campaña “Save Chuck”, contratando una firma de relaciones públicas y presentando más de 40 solicitudes de registros públicos para entender por qué se eligió a Chuckawalla para el cierre. Sin embargo, estas solicitudes fueron denegadas. Los líderes locales han sugerido que una instalación más antigua, como el Centro de Rehabilitación de California en Norco, debería cerrarse en su lugar, pero los funcionarios estatales no han cedido.
El Departamento de Correcciones y Rehabilitación de California (CDCR) defendió su decisión, citando “responsabilidad fiscal”. Con la población carcelaria del estado reducida a la mitad en la última década, actualmente en 96,000, los funcionarios argumentan que se necesitan menos instalaciones. El CDCR dice que está trabajando para minimizar el impacto en Blythe y ha asignado casi $1 millón para capacitación laboral para ayudar a los empleados desplazados a hacer la transición a otras industrias. Pero muchos locales, como la ex oficial de correcciones Jamie Browning, son escépticos, cuestionando dónde encontrarán trabajo con un salario equivalente sin títulos avanzados. «Tendría que trasladarme a otro lugar porque, ¿dónde voy a conseguir un trabajo que pague ese tipo de dinero con una educación secundaria?” dijo Browning.
Las luchas económicas de Blythe no son nada nuevas; la fortuna del pueblo disminuyó después de que la autopista I-10 desvió el tráfico, y su sector agrícola, que alguna vez prosperó, se ha visto afectado por la escasez de agua. Muchos locales temen que el cierre de la prisión sea el punto de quiebre de Blythe. Algunos han propuesto proyectos a largo plazo, como convertir la instalación en un centro de detención de inmigrantes o construir un centro logístico, pero estos esfuerzos podrían tardar años.
A medida que Blythe enfrenta este momento crucial, los residentes se quedan cuestionando el futuro de su pueblo y la falta de apoyo del estado, con la esperanza de que surjan soluciones antes de que Blythe se convierta en otra ciudad fantasma del desierto.