La Fórmula 1 llegó a Singapur en medio de rumores que giraban en torno a que Daniel Ricciardo sería reemplazado en VCARB por la estrella en ascenso Liam Lawson antes del Gran Premio de EE. UU. en Austin. A pesar de la firme negación de Ricciardo al enfrentar a los medios el jueves, los signos de su inminente partida se hicieron más evidentes a lo largo del fin de semana, alimentados por comentarios crípticos del jefe de Red Bull, Christian Horner.
El rendimiento de Ricciardo solo sumó a la especulación. Después de una sesión de clasificación desastrosa que lo vio caer en Q1 y una carrera para olvidar en la que terminó en 18ª posición, su apresurada búsqueda de la vuelta más rápida fue una clara muestra de que el equipo junior de Red Bull estaba desempeñando su papel a la perfección, arrebatando un punto crucial a Lando Norris. Fue una amarga píldora que pareció sellar el destino del australiano, dejando a los aficionados y expertos preparándose para un anuncio oficial de su salida.
Después de la carrera, las entrevistas de Ricciardo fueron desgarradoras. El ‘Honey Badger’, generalmente alegre, luchaba visiblemente por contener sus emociones mientras enfrentaba preguntas difíciles sobre su futuro. Cuando se le preguntó sobre su prolongada salida de su coche en el parc fermé, respondió con el corazón pesado: “Hay muchas emociones porque soy consciente de que podría ser el final… Solo quería saborear el momento.”
En Sky Sports F1, Ricciardo se abrió aún más, reflexionando sobre su carrera y la dura realidad de que esto podría ser el final del camino. “Tengo que estar preparado para que esto pueda ser el final,” dijo, con la voz teñida de resignación. “Regresé para luchar en la parte delantera y volver con Red Bull, pero no se concretó… Estoy orgulloso de lo que he logrado, pero tengo que enfrentar la realidad.”
El viaje de Ricciardo ha sido uno de altibajos, desde sus emocionantes victorias en los días de Red Bull hasta sus luchas en McLaren y su intento de regreso con VCARB. El GP de Singapur marcó su carrera número 257, y ahora parece probable que sea la última, con Red Bull bajo presión para cumplir una obligación contractual de darle a Liam Lawson un asiento de carrera.
Como escritor que ha seguido toda la carrera de Ricciardo, es doloroso ser testigo de cómo un piloto tan icónico se desvanece. El bajo rendimiento de Ricciardo es un triste contraste con el talento intrépido que una vez electrificó la parrilla. Pero lo que realmente duele es cómo Red Bull, un equipo que una vez lo apoyó, lo trajo de vuelta solo para derribarlo, dejándolo con nada más que la fría realidad de una carrera truncada.
Ricciardo merecía un mejor final. En cambio, se queda lidiando con la realización de que su último capítulo en la F1 ha sido eclipsado por una promesa que nunca debió cumplirse.