Jaguar, una marca venerada por sus diseños icónicos y sedanes deportivos, enfrenta un momento crítico tras casi 80 años en la industria automotriz. Una vez sinónimo de coches lujosos y rápidos, la compañía ahora se encuentra en una encrucijada, habiendo descontinuado casi toda su línea de productos. ¿Qué llevó a esta drástica caída y cómo es que una marca que parecía estar destinada al éxito hace solo unos años terminó en esta posición precaria?
Desde 1966, Jaguar ha cambiado de manos cuatro veces, con sus propietarios más recientes—Ford y Tata Motors—luchando por llevarla hacia la rentabilidad. Pero el problema de Jaguar no era una falta de identidad. Durante décadas, fue conocida por sus elegantes coupés deportivos y sedanes de lujo, un pilar de la elegancia automotriz británica. El verdadero problema era que en el mercado actual, incluso una marca tan legendaria como Jaguar no podía sobrevivir solo con sedanes y coches deportivos.
Irónicamente, Jaguar estaba por delante de la curva al reconocer esto. Después de que Tata Motors adquirió la compañía en 2008 y la emparejó con Land Rover, Jaguar rápidamente diversificó su línea de productos. Añadió sedanes competitivos para rivalizar con los fabricantes alemanes, lanzó el coche deportivo F-Type e incluso entró en el mercado de vehículos eléctricos con el crossover I-Pace. Por un momento, parecía que Jaguar había encontrado una fórmula ganadora. Las ventas aumentaron entre 2011 y 2018, y el futuro se veía brillante.
Pero para 2022, las ventas habían caído a niveles no vistos en años. A pesar de una línea de productos que parecía robusta y orientada hacia el futuro, Jaguar no podía competir en precio, particularmente en segmentos muy disputados como los SUV, donde Land Rover dominaba. Incapaz de encontrar un nicho, el sueño de Jaguar de una rentabilidad de alto margen fue obstaculizado por su propia marca hermana.
¿El resultado? Hoy, Jaguar ha descontinuado todos los modelos excepto el SUV F-Pace, y se espera que incluso ese sea eliminado pronto. La decisión es parte de una estrategia más amplia de Jaguar Land Rover (JLR) para reorganizarse alrededor de Land Rover y asumir otro riesgo con Jaguar—esta vez yendo totalmente eléctrico y subiendo de categoría para competir con marcas de lujo como Bentley y Porsche. Es una apuesta de alto riesgo, con el espectro de Lotus—una marca que intenta un giro similar—siendo una gran advertencia.
El ascenso y caída de Jaguar en la última década es un fascinante estudio de caso sobre la naturaleza volátil de la industria automotriz. La marca tomó riesgos audaces, lanzando una línea de productos que era tan competitiva como diversa. Tomemos el Jaguar XE, por ejemplo. El XE no solo era un contendiente—era mejor que el BMW Serie 3 en muchos aspectos. Con un interior más afilado, un motor más potente y una transmisión de ocho velocidades finamente ajustada, el XE se destacó entre la multitud, ofreciendo una experiencia de conducción que rivalizaba con lo mejor que Alemania tenía para ofrecer.
El F-Type, otro destacado, compitió admirablemente contra el Porsche 911 y el Chevrolet Corvette. Aunque sus números de ventas fueron modestos, le dio a Jaguar un producto estrella muy necesario, completo con un rugiente motor V-8 y la opción de una transmisión manual. La línea de productos de Jaguar era competitiva en todos los ámbitos, desde los sedanes XF y XJ hasta el innovador crossover eléctrico I-Pace.
Y sin embargo, a pesar de la fortaleza de su línea de productos, la ambiciosa apuesta de Jaguar fracasó en última instancia. La compañía no pudo obtener ganancias, y el ascenso de Land Rover dentro de JLR creó una competencia interna que Jaguar simplemente no pudo superar. La decisión de apostar fuerte por sedanes y autos deportivos no dio resultado, y ahora Jaguar está de vuelta en el punto de partida.
El movimiento de Jaguar hacia la electrificación total es su último intento de reinventarse. La marca planea reposicionarse como competidor de marcas como Bentley y Porsche, abandonando su enfoque tradicional en sedanes deportivos y coupés. Es un cambio radical, que refleja los desafíos que enfrenta la industria automotriz en general mientras lidia con la transición hacia vehículos eléctricos.
A medida que Jaguar emprende este nuevo capítulo, su historia reciente sirve como recordatorio de los riesgos y recompensas de la ambición en el mundo automotriz. El audaz movimiento de la compañía para diversificar su línea de productos y abrazar nuevas tecnologías definió la última década, incluso si finalmente condujo al fracaso. Si la próxima apuesta de Jaguar dará frutos, aún está por verse, pero una cosa es segura: el legado de la marca de asumir riesgos no va a desaparecer.