En un giro sorprendente de los acontecimientos que podría remodelar la dinámica del conflicto en curso en Ucrania, el presidente ruso Vladimir Putin ha encontrado una resistencia significativa por parte de dos de sus aliados más firmes respecto al despliegue de tropas norcoreanas para reforzar las fuerzas rusas. Estados Unidos confirmó esta semana que soldados norcoreanos han sido enviados a Rusia, sin embargo, la idea de utilizarlos en combate ha sido recibida con escepticismo por parte del líder bielorruso Alexander Lukashenko y el presidente chino Xi Jinping, quienes temen que tal movimiento podría escalar aún más el conflicto.
Durante una reciente entrevista con la BBC en la cumbre de BRICS, Lukashenko insistió en que “Putin nunca intentaría persuadir a otro país para que involucrara su ejército” en la guerra, advirtiendo que enviar tropas extranjeras a las líneas del frente solo intensificaría las hostilidades. Este sentimiento fue respaldado por Xi, quien advirtió contra “no expandir los campos de batalla, no escalar las hostilidades y no avivar las llamas”, destacando la renuencia entre los aliados a avivar aún más una situación ya volátil.
La situación se ha vuelto más compleja para Putin mientras lidia con altas tasas de bajas entre las tropas rusas y una creciente dependencia de la artillería y municiones norcoreanas. El portavoz del Consejo de Seguridad Nacional de EE. UU., John Kirby, indicó que cualquier soldado norcoreano que participe en combate por Rusia sería considerado “objetivo legítimo” para las fuerzas ucranianas, señalando que Kyiv los trataría de la misma manera que a las tropas rusas.
Los expertos están sembrando dudas sobre las implicaciones estratégicas del despliegue de fuerzas norcoreanas, sugiriendo que, aunque el Ejército Popular de Corea es grande, no ha participado en combates sostenidos desde la Guerra de Corea y enfrenta serios desafíos logísticos. Michael Butler, profesor de ciencias políticas en la Universidad de Clark, señaló que “la infusión [de tropas norcoreanas] representa una serie de ejemplos prominentes de la externalización por parte de Putin de la conducción de su guerra”, enfatizando las preocupaciones sobre la capacidad militar de Rusia.
Los informes indican que alrededor de 11,000 tropas norcoreanas están actualmente entrenando en el Lejano Oriente de Rusia, con algunas ya despachadas a la región de Kursk. Sin embargo, han surgido informes de intentos de deserción, lo que plantea preguntas sobre su efectividad y moral. A medida que las fuerzas ucranianas continúan rechazando los avances rusos, los analistas creen que la introducción de tropas norcoreanas podría no alterar significativamente la dinámica del campo de batalla.
David Silbey, historiador en la Universidad de Cornell, afirmó que incluso si estas tropas fueran desplegadas, “es muy poco probable que los norcoreanos suministren suficientes soldados para hacer una diferencia sustancial”. Comparó esta situación con alianzas históricas, sugiriendo que el verdadero impacto de la participación norcoreana podría ser más sobre sacrificio simbólico que sobre fuerza real en el campo de batalla.
Además, surgen preocupaciones de que la participación de soldados norcoreanos podría desencadenar un aumento en el apoyo surcoreano a Ucrania, lo que podría contrarrestar rápidamente cualquier asistencia de Pyongyang. Markus Garlauskas del Atlantic Council advirtió que, si bien Corea del Norte podría obtener información sobre la tecnología militar rusa, esta asociación podría desestabilizar inadvertidamente la Península de Corea, lo que podría llevar a un aumento de las tensiones que involucren a China y a EE. UU.
A medida que el conflicto en Ucrania se prolonga, las dinámicas entre Rusia y sus aliados están cambiando. Con el apoyo crítico vacilante y el escepticismo en torno al despliegue de tropas norcoreanas, las ambiciones de Putin pueden enfrentar desafíos sin precedentes. Este escenario en desarrollo no solo plantea preguntas sobre la efectividad del apoyo militar norcoreano, sino que también destaca la naturaleza frágil de las alianzas en un paisaje geopolítico que cambia rápidamente.